domingo, 24 de octubre de 2010

Bata, una historia de la industria en el Siglo XX

Estuve viendo anoche en la tele un documental sobre la historia del fabricante de zapatos Bata, que bien podría ser la historia de un siglo de industria europea.

La empresa nació poco antes del Siglo XX a partir de un taller de zapatería de Zlina, cuando esta ciudad, hoy Eslovaquia, formaba parte del Imperio Austrohúngaro. Enseguida, el impulso del creador, Thomas Bata, convierte la empresa en líder local y nacional. La empresa adapta las prácticas del trabajo en cadena utilizados por Ford para fabricar coches, que Thomas Bata conoce en una visita a los Estados Unidos, a la fabricación de zapatos. Bata capta a los mejores trabajadores del entorno ofreciendo ventajas -vivienda, sanidad, economatos...- que el resto de empresas de la zona no ofrecen. Capta y cultiva el talento, con escuelas profesionales y de cuadros integradas en la empresa. La expansión internacional de la firma, muy temprana, se refuerza con la crisis del 29 y la ola de proteccionismo que la sigue: como no pueden exportar zapatos, exportan fábricas, y con ellas su modelo de empresa. No faltan la muerte trágica en accidente aéreo del líder de la empresa, alguna sucesión en el liderazgo sorprendente...

La II Guerra Mundial pilla a la empresa con una presencia global, y sus plantas en América sirven calzado a los aliados, mientras que la planta original, y otras en Europa, son requisadas y trabajan para Alemania y sus aliados.

Tras la guerra, la casa matriz es nacionalizada, y la firma se rehace desde Canadá, donde la familia Bata -sigue siendo una empresa familiar- sigue dirigiendo un imperio con implantación en los cinco continentes. La evolución de los tiempos marca la evolución de la familia, y de sus actitudes ante los trabajadores y el negocio. Si el fundador hablaba eslovaco, tenía ambición y determinación, y mantenía una actitud paternalista hacia sus empleados, los descendientes hablan inglés y francés, y con el paso de las generaciones, la política social inherente a la filosofía de la empresa se transforma en un "este mundo es muy cruel", que repite en varias ocasiones durante el documental la nieta del fundador, mientras aparecen imágenes del cierre de la planta en Francia de la firma, cuando la globalización se cebó, tempranamente, en el mercado del calzado.

Caído el Telón de Acero, los Bata fueron recibidos como Mesías en Zlina, donde la planta que una vez fue cabecera de grupo se había convertido en una ruina -una más- tras décadas de falta de inversión y del aliciente del mercado. El entusiasmo de la gente se enfrió pronto, ya que la empresa solo quiso recuperar una pequeña parte, tanto de los edificios como de los trabajadores, de lo que eran sus raíces. El alcalde de Zlina aparece en el documental poniendo cara a la decepción con unos Mesías que eran, sin más, empresarios, que mantuvieron el vínculo con su tierra natal a través de una Fundación.

La última etapa de la empresa, tal y como la presenta el documental, habla de una firma global, con sede en Canadá, que sigue siendo familiar, pero que cuenta con consejeros ajenos a la familia, para "vencer la tendencia conservadora en los negocios" que, según el actual director general de la firma, que sigue siendo un Bata, proviene del entorno familiar, y que ha hecho perder en el pasado a la firma algunas oportunidades.

El documental es muy instructivo, pero me deja un poso triste. La empresa ha evolucionado desde ser un pequeño taller artesanal hasta ser una firma con presencia global, vinculada a la evolución de una familia, ha sobrevivido a varias crisis, a una guerra mundial, pero ha ido perdiendo por el camino su personalidad, sus raíces. Sus directores han ido ganando en profesionalidad, pero salta a la vista en el documental que han perdido entusiasmo, ese impulso que está detrás de la creación de grandes grupos, pero que no es siempre hereditario.

Sin embargo, el presente existe para Bata y el legado que ha dejado en el mundo aquel primer impulso que puso en órbita un pequeño taller de Zlina es palpable. Recuerdo que hace unos años, en una feria en Dakar, hice contacto con un zapatero artesano que, cuando me contaba su formación, hablaba de que se había formado según el método Bata. Seguro que el fundador del imperio, Thomas Bata, se hubiese sentido orgulloso de esto.

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