Esta semana he tenido la suerte, una vez más, de participar como entrenador de un equipo de jóvenes de 13 a 16 años, en la First Lego League, competición técnico-científica en la que participan, en diversas fases, cientos de miles de jóvenes de cerca un centenar de países. Esta competición valora tanto el trabajo científico como la destreza mecánica y de programación de robots de los participantes, y presta especial atención a una serie de valores con los que esta actividad quiere familiarizar a los espíritus en formación.
Uno de estos valores es la "Coopertición", neologismo sintético, cruce de "Cooperación" y de "Competición". Básicamente, se trata de que los participantes de diversos equipos que compiten entre sí por ganar la competición, sin que eso les impida cooperar para lograr beneficio mutuo. Otra forma de denominar esta actitud es "Gracious Professionalism", que no sabría cómo traducir, pero que creo que se entiende bien lo que quiere decir.
He conocido varios casos de coopertición entre empresas. Hace años recuerdo haber visto en una planta de fabricación de pilas cómo las máquinas hacían pilas salinas de diversas marcas, competidoras en el mercado. Las pilas alcalinas de la marca del fabricante que estaba visitando se realizaban en una planta de la competencia. A ambos les salía a cuenta el acuerdo. Conozco también un grupo de cuatro empresas que compiten a cara de perro en ofertas hasta determinado importe, y que unen fuerzas cuando se trata de ofertas a partir de determinado valor. Competidores ceden datos del uso de determinados equipamientos al fabricante de estos, lo que permite obtener ventajas a todos en aspectos relacionados con el mantenimiento predictivo.
La aplicación de la coopertición entre las pymes industriales es una forma de conseguir un crecimiento invisible pero real, y son bastantes los campos en que empresas competidoras pueden cooperar para provecho mutuo. Merece la pena intentarlo.
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